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martes, 1 de mayo de 2012

Aquella crisis de antesdeayer

Nos envía Agustín de la Fuente este pequeño relato sobre la crisis:
a
Los que ya peinamos canas, ya conocimos otra crisis. La que venía desde siempre hasta 1950. ¡Aquella, sí que fue crisis!
No me digas si mejor o peor; lo que sí se pudo comprobar es que fue mucho más larga, más profunda y que salimos de ella.
Recordemos estos tres aspectos, por si nos sirven de lección:
Crisis larga: los que vimos a nuestros abuelos, a nuestros padres y hermanos mayores haciendo frente a las estrecheces de la vida diaria, creíamos que así era la vida; no habíamos conocido otra.
Las necesidades eran pocas, pero vitales: la vivienda, el vestido y el sustento de los miembros de la familia.
En cuanto a la vivienda; con el tiempo, cada familia llegaba a tener la suya, bien por herencia de sus padres o porque la hicieron con su trabajo y la ayuda de familiares dirigidos por un albañil. En la terrera cavaban la tierra a la que echaban paja molida de la trilla del último verano. Con agua y bien trabajada se preparaba la masa para los adobes. Con el macal humedecido con una escobilla mojada y la pala para transportar la masa y alisar por encima el adobe en tierno. Una vez seco se traían en los carros para colocarlos en los muros. Para el techo madera de chopo que pesa poco, céspedes del campo y las tejas del tejar (era frecuente que hubiera un tejar en el pueblo o en el vecino). Cocina, habitaciones para dormir y bodega. Si sobraba sitio, un granero y establo. Si no había sitio se construía la cuadra y panera dentro del patio familiar.
Reitero que todo era trabajo manual. No como ahora, que todo es cosa de mancos. Lo hace la máquina, la enemiga de la mano del hombre; se construye la vía del AVE, y son 50 camiones, tres grúas y 20 personas entre ingenieros y jefes de obra. Este progreso, que lo es, lanzó al paro la mano de obra.
Hace 75 años, para hacer una carretera hacía falta todo el pueblo para llevar piedra y picarla con las porrillas hasta que llegara el asfalto. Recuerdo las huebras para ese menester en la carretera de Villota del Páramo a Villapún distantes 2´5 Km. Crisis profunda.
Con las primeras luces de nuestra existencia observamos que en nuestro entorno lo fundamental era resolver el problema del sustento del día presente para llegar al de mañana. Nacimos en una economía de subsistencia, donde si se rompían los pantalones de pana, se arreglaban cosiéndoles una pieza encima.
La escuela se pisaba poco tiempo por la necesidad de ayudar en casa. La profesión de estudiante cambiaba a ser pastoril con frecuencia a los 10 u 11 años. Conocí a varios de ellos, que por ser de los mayores, les esperaba la cachaba y el zurrón antes de salir de la niñez.
Con pan y algo para acompañar: un par de trorresnos y si acaso, algo de carne de pollo en la fiambrera y para beber agua de cualquier fuente. El enano pasaba el día desde las nueve de la mañana hasta la puesta del sol.
Siempre que había ocasión de encontrar algo que comer no se podía desperdiciar nada. En nuestro diccionario no existía la palabra "desperdiciar": aceras para una buena ensalada, abellotas de los robles, huevos de perdiz o la libre que en la cama cayó rodando por afortunado cachavazo en la testa que se le dio.
En verano no sólo había en nuestros pueblos moscas y mosquitos, también volaban codornices de acá para allá. Cuántas veces caían desmayadas con aquellos calores por los vuelos obligados a realizar. Pichones del palomar y ranas pescadas a varal en las charcas del lugar o cangrejos de los arroyos de la vega, todo servía para matar el hambre.
Por eso se respetaba la naturaleza; no sólo porque no se echaban pesticidas ni herbicidas, es que sabíamos que en ella estaban los remedios de las necesidades.
Se decía: "¡Si hay pa cenar; pa que más!"
¿Cómo salimos de la crisis? Puedo decir que casi sin pensarlo. Cogiendo la maleta y acudiendo a la ciudad a pedir trabajo de lo que fuera. Para eso estábamos preparados: para trabajar. Si no sabíamos era cuestión de aprender con rapidez.
El salario era lo de menos: con tener para la patrona y mandar algo a casa para la familia era suficiente, y gracias.
En el tiempo libre se preguntaba dónde había "corte" (trabajo) para sus hijos, que esperaban su llamada hasta colocarles todos en la ciudad.
El cambio y salida de la crisis conocida hasta los años 50 fue para no olvidar. Nos volvimos incluso desertores de todo lo que olía a pueblo. Por eso se vendieron casas y fincas pensando que quedaban lejos y no se las podía atender. Esa fue, a mi juicio, una torpeza. No han sido uno ni dos los que se han acordado de sus posesiones en su pueblo.
Pero así vencimos a aquella vida de miseria: con una maleta al hombro. Sin dinero en la cartera. Emigrando, por muy lejos que fuera necesario. A las Américas primero. A centro Europa después, o a cualquier ciudad española que ofreciera trabajo.
Los que quedaron junto a sus ovejas y sus tierras, aguantando carros y carretas, hasta que llegaron las ayudas de la "PAC" (Comunidad Económica Europea) en la que ingresó España el 1 de enero de 1986. Los campos se llenaron de tractores con sus grandes aperos. En los poblados nacieron empresas ganaderas en amplias naves con animales de engorde y ordeño. Y en nuestros días llegó la "CRISIS" actual de 2008.
La crisis con paro obrero, con ayudas, ha venido de fuera, a los jóvenes matrimonios, con hogares de pensionistas, de Cáritas, donde existe una jubilación llegando a los 65 años…
Digo y repito: la que nos interesa es esta crisis económica que soportamos hoy en día. Pero dime tú, si no fue aquella CRISIS.
"¡Aquella sí que fue crisis!"
Agustín de la Fuente Maldonado

1 comentario:

Rober dijo...

¡Cuánto tenemos que aprender de la generación que nos precede! Creo que casi nadie querría volver a vivir esa época, pero se han perdido muchos saberes y oficios que es muy probable que necesitemos más adelante. Por no hablar del empobrecimiento cultural de una sociedad bulímica y acelerada que desprecia casi todo lo que suena a rural.