Hoy hemos recibido comunicación sobre el fallecimiento de Laude Martínez Maldonado, Sor Cecilia, hija de Raimunda y Teodoro, monja nacida en Poza de la Vega, pero que vivió en Villapún hasta que ingresó en el Convento de la Visitación de Santa María en Salamanca. Reproducimos a continuación el emotivo comunicado en el que sus Hermanas del convento nos relatan su vida, desde la infancia hasta el momento de su muerte. Descanse en paz y nuestro más sentido pésame a su familia y a su comunidad religiosa.
"La Madre de Dios es mi Madre" San Estanislao de Koska
Muy queridas Madre y Hermanas:
Con el corazón lleno de pena, pero con el consuelo que nos da la esperanza cristiana, les enviamos la noticia de la muerte de nuestra querida Hermana María Cecilia Martínez Maldonado, fallecida en este Monasterio de la Visitación de Santa María de Salamanca, a los 77 años de edad, de Profesión Perpetua 57 años y 10 meses. El día 29 de Septiembre del 2011, a las 5 de la tarde los Santos Arcángeles se la llevaron. Pertenecía a las Hermanas Externas. Nació esta querida Hermana en el pueblo de Poza de la Vega (Palencia) el día 12 de Junio del año 1934, en una familia muy cristiana donde aprendió a ser toda de Dios por medio de María; las otras dos Hermanas más pequeñas la acompañaban en sus rezos. Eran los años que se empezaba a conocer la historia de las apariciones de Nuestra Señora en Fátima; las tres Hermanitas escuchaban el relato y en sus corazones sentían el deseo de imitar a los pastorcitos que tanto amaban a la Virgen; querían ser como ellos... rezar muchos rosarios, para consolarla y pedir por los pecadores, rezarle a la Virgen en España, igual que aquellos niños, no sabían si en Portugal. Sin que nadie las viera, escondidas en su habitación, nadie las miraría con curiosa libertad. Pero… la capillita de la encina ¿quién la podría confeccionar? El ingenio de las tres se puso a divagar: una caja de cartón servirá para el camarín de la Virgen; brotó de la infantil intuición y allá la habitación más oscura y apartada en templo se convirtió. Las tres se imaginaban lo que en la historia habían aprendido, ellas serían las pastorcitas, y en su pueblo amarían a la Virgen con todo su corazón, rezarían los rosarios que Ella pedía y los pecadores también se convertirían... En esta escena se adivina como la Sma. Virgen ya sembraba en sus corazones la llamada a vivir una no lejana entrega en la Orden de la Visitación. Muy jóvenes con 17 y 15 años solicitaron la entrada en nuestro Monasterio, la Pequeña Benigna quedaría en la portería; sus 15 años no le permitían entrar en clausura y tuvo que esperar unos meses... Cuando celebraron los cincuenta años de Profesión se pudieron juntar las tres Hermanas, para recordar, ante un altar dedicado a la Virgen de Fátima, la escena encantadora de su niñez; ahora ya estaban las tres celebrando el fruto de aquellos rosarios rezados en secreto. Esta vocación bien puede llamarse Mariana y ese amor a María fue la guía y el impulso de toda su vida espiritual, de una manera muy clara y dulce que en su sencillez expresa en algunos apuntes, en los que se ve claramente este influjo. Dice en un párrafo:
"María en nuestra vida teologal: Ojalá todas las almas sepan orientar desde el principio de su entrega a Dios, su vida espiritual hacia Cristo, hacia María, todo iría más deprisa; admiremos la Bondad del Dios Amor; que no solamente nos facilita la vida teologal trasparentada en el Corazón de Cristo, sino también, infiltrada en el Corazón de la Madre y su Amor Maternal. Las almas pueden subir tranquilamente por esta confianza tierna y filial a la Madre , a la confianza amorosa con Cristo, hasta la confianza plena, y el descanso en el Corazón del Padre".
En su vida siempre se hizo querer, por su bondadoso carácter, su humildad, y su simpatía. Muy trabajadora, repartió su vida entre la portería (donde era muy querida) y la granja y el jardín, trabajando al igual que lo hubiera hecho un jornalero. Su salud, se quebrantó: más de 7 veces tuvo que ser operada y una de ellas, la de "Parkinson", de casi 10 horas de quirófano, sin anestesia general; después de esa operación fue agravándose más. Siete años de verdadero martirio con caídas y sin poder andar sin un andador. Un alma tan amada de Dios tenía que participar de la "identificación con Cristo". Y aquí si que demostró el fruto de su vida interior: cuantos sacrificios sólo para Jesús, por medio de María. Se sentía como una niña en los brazos de su Madre y esta era su fortaleza y nuestro consuelo.
El vacío que nos ha dejado es muy grande por la manera tan rápida en la que ha terminado. El día 27 sufrió una de sus muchas caídas y por la mañana ya no pudo bajar a Misa. Era el último día de sus ejercicios espirituales del año. Por la tarde, al hablar un rato con la Madre Superiora, ella indagó; como seguía con el dolor y como había sido la causa, al escucharlo, decidió llevarla a Urgencias y seguidamente allá se marcharon. Después de estar allí más de cuatro horas las mandaron a casa con unos calmantes por no encontrar nada de importancia, pero la noche la pasó muy mal y tampoco bajo para la misa; no pudiendo estar en la cama (se encontraba más molesta) la vistieron y asistió a misa en una silla de ruedas, en la tribuna. Bajó a este piso y caminaba de un lugar para otro, demostrando que se encontraba mal. "Yo me voy a morir pronto", decía. Como era el día de San Miguel y teníamos que ir al Capítulo, le preguntamos si quería venir, a lo que contestó que prefería ir a su celda a descansar. Allá la llevaron y dejaron sentada en el sillón cómodamente la Hermana enfermera y su Hermana María de los Angeles, justamente hasta empezar la Comunidad. Terminado éste acto su hermana se marchó a la celda a verla y encontró que ya no estaba en el sillón, sino sentada en el banquito pequeño de la celda, con una toalla en las manos para recoger un líquido negro que le salía de la boca. Al verle la cara se asustó, preguntándole que le pasaba; pero ya no le contestó, ni siquiera la miró y en aquél mismo momento se desplomó de espaldas en un charco del dicho líquido. A su llamada acudimos todas y pueden imaginarse el susto. Aun la vimos respirar todavía. Llamado el primer sacerdote que encontramos, le administró los santos Óleos, más tarde llegaron de urgencias... para certificar su muerte.
Nos ha dejado un vacío muy grande, pero lleno de la esperanza cristiana, único consuelo en estos casos. La creemos muy cerca de Dios. La Virgen nuestra Madre, a la que tanto quería, la habrá cogido en sus brazos con toda la ternura de Su Corazón y estará gozando en plenitud, de lo que fue su descanso aquí en el destierro. A sus funerales vinieron sus hermanos, entre ellos la Hermana Bernardita, del segundo Monasterio.
Madre mía, le agradecemos mucho el haberle procurado este consuelo a las dos Hermanas y a nosotras también. Que Dios le pague. La encomendamos a sus santas oraciones y sufragios, que agrademos mucho.
Sus Hermanas de la Visitación de Santa María en Salamanca D,s,B.