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jueves, 6 de diciembre de 2012

Lecciones del Pasado


Nos envía Agustín de la Fuente el siguiente relato:

LECCIONES DEL PASADO
Conocí un a un  vecino mío, del que se decía que fue el mejor criado cuando era joven.
Se llamaba Julián Martínez  León. Hijo del Tío* Mariano y de la Tia Apolinaria.
Soltero y de complexión fuerte, daba a entender que su fortaleza física debió ser de aúpa. Recuerdo que en un arreglo de la carretera que une Villota del Páramo y Santa Olaja de la Vega, con su horca  grande tiraba los cejones* de tierra y campo de la cuneta hasta más allá de media carretera.  
Y ante nuestra admiración nos contaba que su vida fue el trabajo para ganar algo que ayudase a los 8 en la familia.
– Le preguntábamos: ¿Cuánto ganas al año? Respondiendo que no lo podíamos entender puesto que al cabo del año le daban 250 pesetas de entonces. 
Y digo yo. –“Si nació en 1903,…  y que podía tener alrededor de 18 años,  estaríamos hablando del año 1922”.
Y nos decía que no era sólo eso, no sólo era necesario ser fuerte, sino tener buena naturaleza.
 Lo peor es que el hambre abundaba, y en casa no había para lo más imprescindible. 
-Cómo lo podría explicar para que lo entendáis. – Nos decía.
Mal alimentados y con poca ropa e inapropiada para hacer frente a los rigores de aquellos inviernos. Inviernos que sin saber por qué  eran más duros que los actuales.
Entre mi casa y la del tío Julián vivía el Tío Juan Heras, marido de la Tía Juana Montalvo; que aunque viejos, tenían buena cabeza y eran de buena comunicación.
A ellos acudí para que diesen respuesta a mi angustiosa pregunta: ¿Cómo hacer frente a los problemas vitales sin tener con qué?
A su modo, pero con claridad, decían cosas como estas:
¿Ves todas estas casas? – La mayoría de ellas se han hecho con las zarzadas* de brezos cavados en el brezal y llevados a la fábrica de harina o al tejar de Saldaña a razón de 10 reales cada viaje.  Figúrate que aprovechábamos el martes, día de mercado, para el transporte.
El frío, se combate con buenos platos de cocido. Y sacando raíces en las matas de alguna tierra o dando vuelta al moledero* para que mejorase su cocción. Todas estas tareas nos servían no sólo para olvidar el frío, que lo hacía; si no que era una forma de calentarse sin gastar.
En nuestras casas siempre se utilizaba la hornacha* con los troncos de madera de roble preparados la tarde anterior a golpe de honcejo* sobre el picadero junto al liñero*. Sin coste alguno nos calentábamos dos veces: “Primero al cortarlo, y después en la hoguera”.
En esa época y con esos fríos, había que calentar el cuerpo por dentro con un buen cocido y no permanecer mucho tiempo parados, pero también aislando el cuerpo con la vestimenta adecuada.
¿Cómo hacerlo si no había dinero para ir a la tienda a comprar ropa de abrigo?            
 No me daba cuenta de que no era problema de tener mucho o poco dinero. Se trataba de conseguir bienes tan escasos y primarios que no era preciso tener en casa más dinero que el necesario para pagar el seguro de la “Perra Gorda” cada mes y la contribución anual, si eran dueños de casa o tierras.
 Necesitaban hacer frente a:
   El hambre de cada día-  ……………….Con alimentos.
   Cubrir su cuerpo  .………………………. Con ropa.
   Cobijo para vivir  ………………………..  Con un techo.
   Calor, si hace frío ….…………………  Con el fuego.
   Para la salud del cuerpo ………………. Con el Médico y las medicinas.
   Para la salud del alma  ………………. Con la Iglesia y escuela.
“ Y diréis”: - ¡Las mismas necesidades que hoy!.
-Eso, no es verdad.
Hoy tenemos esas necesidades y mil y una más, que nos hemos inventado: Bicicleta, móvil, zapatillas de Adidas,… No se puede ocultar que hoy en día son diferentes las necesidades y los remedios.
 “Sí, hemos progresado”.
Pero…, -Sigamos escuchando al pasado:
-Usábamos: zapatillas a diario, dentro de albarcas* si había agua o nieve en el suelo, un pasamontañas en la cabeza, y una bufanda de lana tejida por la abuela en noches de hiladero*. Una faja de felpa* con varias vueltas al ombligo, resguardando el lumbar y la barriga. Si el tiempo lo requiere, se enfunda una zamarra* de piel de oveja, zamarra de pastor de toda la vida. Y si era para ir a misa, la capa negra o el tapabocas*. No mojarse era de obligado cumplimiento. Así no se helaría sobre nuestro cuerpo. En casa, la lumbre en la cocina, el puchero con agua hirviendo que desprendiera vapor a la estancia y el hornillo* a los pies de los que se sientan alrededor de la mesa camilla* para cenar o jugar una partida a la brisca. 
Nuestros abuelos, que ya sabían mucho, construyeron la casa encarada al sur, por donde alumbra el Sol. La madre, ventilará los dormitorios cada mañana y dejará abiertos los cuarterones* para que se atempere el dormitorio con el día.
En las camas, para dormir sobre los gruesos colchones de lana con finas sábanas de tergal* y una manta también de lana. Tapados totalmente. Si acaso, sólo se nos veía la punta de la nariz.
En alguna ocasión calentábamos una piedra a la lumbre y la envolvíamos en una bolsa de lienzo para calentar con ella la cama.
También conocí los tiempos en que algunos de nosotros llevábamos piedras (que llamábamos “Calientes”) a la escuela; en una bolsa de paño adecuada, para calentar las manos y poder escribir con más soltura.
Los muros de adobes son aislantes térmicos del clima reinante en el exterior. El techo del tejado hecho de rachones* de madera entre los tirantes* y cubiertos de céspedes*. Por encima, la teja de buena tierra y bien cocida, que soporte el tiempo y las heladas. Para hacer frente a los calores del verano: Camisa blanca y sombrero de paja. Y si alguna industria lo requería se guardaba la nieve prensada en los neveros desde el invierno. O en alguna rara tienda de hielo, se vendía este elemento para conservar el pescado, por ejemplo.
¡Qué tiempos aquellos! Juzgadles como quisiereis. En nada se parecen a los actuales que nos creemos dignatarios de Comneno* y Paleólogos*. Todo nos pertenece por herencia y nos molestan los recaudadores de impuestos. Les recibimos con eso que de que "todo lo nuestro es de cuna".
Tiene sentido cuando decían: “¡Qué vago es!, será porque sus padres fueron muy trabajadores”
-¿Verdad que, aquellos otros tiempos, no se parecen en nada a los que hoy vivimos?. Pero os puedo asegurar que los muchos problemas y necesidades resueltos en aquel entonces; la inmensa mayoría no nos costaban ni un céntimo, ni un ochavo.
-¿Sabéis quien nos lo ofrecía gratuitamente? -“LA TIERRA, amigo mío, NUESTRA TIERRA”. Sólo costaba ir donde se criaba a cambio de un pequeño esfuerzo, el de recogerlos.                                                                          

Vocabulario:
Tío.- Vulgarmente,  así se trata a los padres de familia. Tío por Señor
Cejones.-Trozo de tierra superficial con  su hierba y raíces.
Zarzada.-Carro cargado de alguna cosa. Sobre todo paja,  brezos,…
Hornacha.-Hueco y lugar donde se encendía la lumbre dentro de la cocina.
Tergal.- Marca de tela. Tejido resistente de fibra sintética
Liñero.-( por leñero) Montón de laña para quemar.
Honcejo.-hocino para cortar ramas de leña para quemar.
Albarcas.-(abarcas, almadreñas) Calzado de madera para tiempos húmedos. Se ponían las zapatillas  dentro de ellas.
Hiladero.-Reunión de varias familias vecinas o amigas al atardecer para pasar el tiempo sobre todo en las largas noches de invierno.
Felpa.-Tejido de seda y algodón con pelo por uno de sus lados.
Rachones.- trozos de palos. no muy gruesos, abiertos a la mitad
Zamarra.- Prenda rústica de vestir  de piel de oveja.
Tapabocas.-Manta  para cubrir el cuello y a veces la boca y librarse del frío
Cuarterones.- Contraventanas de madera.
Comnenos y Paleólogos.-Familias ricas, aristocráticas y distinguidas de la antigua Bizancio. Ejemplo: la célebre familia bizantina de Constantino (Comneno) y Eufrosina (Paleóloga).

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